
Alberto consigo su nombre de sus mismos labios en la tercera vez que se vieron en la escuela, era una rara expresión de ella. Lizeth, que era su nombre, una chica muy rara para Alberto; por eso esté decidió hablarle, era como una persona distinta entre tantas iguales. Al poco tiempo Alberto pudo invitarla a salir, se veían diario, se intentaban frecuentar en todas partes y lo que debía pasar paso.
Una tarde Alberto el declaro lo que ya había comenzado a sentir por ella desde que se hablaron. El amor flotaba entre ese olor de incienso y una depresión en el ambiente. Ella muy entusiasmada; como niña por un caramelo, lo acepto como su novio, se habían enamorado los dos al parecer, pero después de una semana todo se volvió a un mas raro. El gusto por la literatura para Alberto, le renació mas fuerte y de golpe, las noches se la pasaba escribiendo fragmentos de historias raras y de cosas que el mismo quemo después.
Era como si un no se que lo motivara, era un pequeño sentimiento de escribir, entonces fue como decidió regalarle el primer poema a Lizeth.
Esa tarde de viernes de noviembre ella lo acepto con mucho alago y decidió abrazar a Alberto de una manera muy extraña, como si ella fuera de otra cultura, otra forma de expresar sus sentimientos. Aunque a veces Alberto se sentía ya incomodo por su presencia, la aceptaba pero con una defensiva de algo que no sabia que lo golpearía.
El tiempo paso y noviembre los dejaba ya. Alberto estaba consternado por lo que le pasaba, ya había recibido de su amada Lizeth cinco poemas que él mismo le había regalado, pero devueltos en desorden y con una letra en forma de sangre escurrida pero de tinta negra. Alberto no sabia que hacer. Su novia le había dicho que si era un buen poeta debía acomodar sus poemas de nuevo y que tenia que sentirlos fluir al verlos descompuestos, las frases revueltas y las comas donde no iban, era un martirio. Alberto ya se sentía mal, pero estaba a punto de cumplir un mes de novios. Así que Alberto comenzaba a decidirse por dejarla.
Pero hizo algo, la invito a casa de sus papas, para ver que aria ella.
Esa vez Lizeth fue vestida en todo lo contrario de lo que era, parecía otra, era un chica fresa por así decirlo, no era como se figuraba en las tardes que se veían, con los ojos delineados como gato y ropa negra con zapatos rotos y pantalones de mezclilla roídos por una rata. Parecía ahora, una princesa de cristal, para Alberto pensar que cambiara; no, pero después de llevarla con su padres y verla el otro día, se volvió mas complicado.
Cuando ella le llamaba por teléfono para verse, lo tomaba como posesión de un objeto, era de ir de inmediato si no la chica se enojaría de todo, la relación estaba por demás, muy angustiosa y de defensiva, no era cordial como se pensaba, ya no había gran interés por Alberto, debía cortarla ya o pensar otra cosa.
Pero se dio una circunstancia diferente, una chica que llego al barrio de Alberto, se encontró con él una tarde, Alberto se sintió atraído por ella, pero sabia que solo era por su gran físico; era en verdad una chica interesante. Aunque Alberto se mantuvo cauteloso y se vio con ella a escondidas de Lizeth, por lo menos esto era un secreto mas feliz que el de Lizeth.
Era casi final del mes de noviembre y Lizeth llamo una tarde para verle, de inmediato en el parque, en el quiosco para ser exactos.
Alberto se sintió muy raro, parecía que Lizeth ya sabia algo, esté temió por su propia seguridad y sintió una angustia mas temerosa que la de antes. Trato de aplasarle, de decirle que no podía, pero Lizeth exigió verle, ya.
Alberto accedió y se presento en quince minutos en el quiosco, ella llego mas tarde con el par de primas que Alberto ya les había visto antes. Era como si planearan algo entre ellas dos.
Lizeth se acerco y sus primas se quedaron a cierta distancia observado con unas paletas en boca. Se saludaron cuando se vieron y Lizeth parecía mas rara que antes, platicaron toda la tarde como si fueran novios normales, pero justo antes de irse ella se despidió de él para siempre. Le dio un muñeco cosido de sus extremidades sacándolo de su mochila que esa vez traía cargando y dijo que era un obsequio de despedida, que había ganado la apuesta.
Alberto sintió un golpe en la cabeza un balde de agua fría, <<¿Cómo que era una apuesta?>> Lizeth volteo con cara victoriosa a ver a sus primas y les grito que le debían docientos pesos cada una porque había ganado.
Sus primas rieron como tontas y Alberto trato de abrazarla y no oír eso; a pesar de que era ya incomoda la relación, le dolía oír eso. Pero Lizeth lo empujo aventandolo al suelo, esté cayo y ella se acerco a su cara asustada repitiendole: <
Lizeth lo decía con tal convencimiento que Alberto sintió un nudo en al garganta, no pudo articular palabra alguna. Lizeth después de haberle humillado, le extendió la mano para levantarlo del suelo, se levanto se sacudió la ropa y se marcho por dignidad dejando a Lizeth riéndose con sus primas entre su mas retorcido juego que el nunca se percato.
Cuando paso por una calle vacía, tiro el muñeco y se fue a su casa. Con un montón de sarteses en la cabeza, no sabia que era lo que había pasado, solo sabia que su intento de ver el mundo exterior le hizo darse cuenta que hay tantas cosas por contar en los libros que decidió dedicarse a escribir de lleno; sin tener la mas remota gana de contar esto después con alguien.
Pero solo el destino lo decidirá.
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